viernes, 24 de junio de 2011

Alguna vez se reunieron en algún lugar de la tierra todos los sentimientos y cualidades de los seres humanos. Cuando el aburrimiento había bostezado por tercera vez. La locura como siempre tan loca le propuso: Vamos a jugar a las escondidas? La intriga levanto las cejas intrigada y la curiosidad sin poder contenerse le pregunto: A las escondidas? Y... Como es eso? Es un juego le explico la locura, en el que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón, y cuando yo haya terminado de contar, el primero de ustedes que yo encuentre ocupara mi lugar para continuar el juego. El entusiasmo bailo entusiasmado secundado por la euforia. La alegría dio tantos saltos que termino convenciendo a la duda, e incluso a la apatía, a la que nunca le interesaba hacer nada. Pero no todos querían participar. La verdad prefirió no esconderse... Para que?... Si al final siempre la hallaban. Y la soberbia opino que era un juego muy tonto. La cobardía prefirió no arriesgarse. Uno, dos, tres... Comenzó a contar la locura. La primera en esconderse fue la pereza, como siempre tan perezosa se dejo caer tras la primera piedra en el camino. La fe subió al cielo y la envidia se escondió tras la sombra del triunfo, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol mas alto. La generosidad casi no alcanzo a esconderse, cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus compañeros... Que si un lago cristalino... Para la belleza... Que si una hendida de un árbol... Perfecto para la timidez... Que si el vuelo de una mariposa... Lo mejor para la voluptuosidad... Que si una ráfaga de viento... Para la libertad. Así termino por acurrucarse en un rayito de sol. El egoísmo, en cambio encontró un sitio muy bueno desde el principio; aireado, cómodo solo para el. La mentira se escondió en el fondo del océano. La pasión y el deseo en el centro de los volcanes. La locura contaba ya novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve... Y el amor no había encontrado sitio para esconderse entre sus flores. Un millón contó la locura y comenzó a buscar. La primera en encontrar fue a la pereza... A solo tres pasos detrás de unas piedras. Después se escucho a la fe discutiendo con el dios de teología y a la pasión y el deseo en el centro de los volcanes. En un descuido encontró a la envidia y claro, pudo deducir donde estaba el triunfo. Al egoísmo no tuvo ni que buscarlo, el solo salto disparado de su escondite, que había resultado ser un nido de avispas. De tanto caminar sintió sed y al acercarse al lado descubrió a la belleza, y con la duda resulto mas fácil todavía, pues la encontró sentada en una cerca sin decidir aun donde esconderse. Así fue encontrando a todos. Al talento entre las hiervas frescas... A la angustia en una oscura cueva... A la mentira en el fondo del mar. Pero... Solo el amor... No aparecía por ningún sitio. La locura busco detrás de cada árbol, bajo cada arroyo del planeta, en la cima de cada montaña, y cuando estaba por darse por vencida, diviso un rosal y pensó, el amor siempre tan cursi, seguro se escondió entre las rosas... Tomo una horquilla y comenzó a mover las ramas... Cuando de pronto un doloroso grito se escucho... Las espinas habían herido los ojos del amor, la locura no sabia que hacer para disculparse. Lloró... Rogó... Pidió perdón y hasta prometio ser su lazarillo. Desde entonces, desde que por primera vez se jugo en la tierra a las escondidas, el amor es ciego...
Y la locura siempre lo acompaña

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